Conversando con Lucy Payano: Las ruidosas muletillas

Seguramente más de una vez te has dado cuenta de algo que interrumpe lo que alguien intenta comunicar: las muletillas. Esas pequeñas palabras que repetimos sin darnos cuenta cuando hablamos en público o incluso en conversaciones cotidianas. ¿Te ha pasado que, de repente, estás frente a un importante discurso, una ponencia o simplemente en una charla, y escuchas a alguien decir a cada instante “eehh”, “o sea” o “tú sabes”? Seguro que sí.
El detalle es que, cuando abusamos de esas muletillas, el mensaje se debilita. El público empieza a prestar más atención a la repetición que al contenido. Es como si esas palabritas actuaran como un “ruido” entre lo que queremos decir y lo que realmente recibe la otra persona. Imagínate estar siguiendo una historia interesante, pero cada dos frases aparece un “esteee” o un “eeh”… termina por cansar, ¿verdad? La realidad es que un mensaje con demasiadas muletillas pierde fuerza, porque las palabras clave se diluyen.
Ahora bien, no quiero que pienses que las muletillas son un pecado mortal, porque no lo son. Todos las usamos. De hecho, a veces hacen que hablemos de forma más natural y cercana. El problema surge cuando aparecen con tanta frecuencia que lo que comunicas deja de sonar seguro y empieza a parecer improvisado o poco preparado. Y créeme: muchas veces no es falta de conocimiento, sino de práctica o de nervios. El exceso de muletillas transmite inseguridad y suele interpretarse como falta de confianza o control.
La buena noticia es que se puede mejorar. Una técnica sencilla es grabarte mientras hablas, ensayar tu discurso y escuchar cuántas veces repites esas muletillas. Otra es aprender a sentirte cómodo con los silencios: hacer una pausa breve siempre será más elegante que llenar el espacio con un “ehh” o un “qué te digo”. El silencio también comunica, y hasta puede darle más fuerza a lo que dirás después.
Así que la próxima vez que hables en público, o incluso en una conversación importante, piensa en esto: ¿quieres que recuerden tus muletillas o tu mensaje? Lo bonito de la comunicación es que siempre se puede entrenar, y con un poco de práctica, esas ruidosas muletillas pueden transformarse en pausas que transmitan confianza.