La “cualquerización” de la comunicación, una amenaza a la ética y la decencia

La “cualquerización” de la comunicación, una amenaza a la ética y la decencia

En medio del auge desmedido de las redes sociales y el ruido digital, la comunicación dominicana atraviesa una preocupante etapa de deterioro ético y profesional. Lo que alguna vez fue una labor regida por la responsabilidad, la claridad y el respeto, hoy se ve asediada por una ola de improvisación y populismo barato que amenaza con desplazar la calidad y la verdad.

La República Dominicana, como nación, ha sabido enfrentar grandes retos. No obstante, uno de los más complejos del presente es el que vive su ecosistema comunicacional, en el que la grandeza cede paso a la banalidad. A través de las plataformas digitales ha emergido un fenómeno inquietante, la proliferación de supuestos “influencers”, figuras que, sin formación ni criterio, intentan incidir en la opinión pública a base de escándalos, desinformación y chantajes disfrazados de contenido.

No se trata de rechazar la democratización de la información. Muy por el contrario: es justo reconocer a quienes, con limitaciones, aportan desde su espacio con honestidad y buena fe. Pero hay una línea peligrosa entre lo auténtico y lo irresponsable. Una línea que muchos cruzan diariamente con ataques personales, descrédito sistemático y una alarmante falta de escrúpulos.

La comunicación, entendida como pilar de la democracia, requiere más que acceso a una cámara o una cuenta de red social. Exige preparación, sentido crítico y compromiso con la verdad. No basta con “tener sonido” o perseguir “views”; comunicar es construir, no destruir.

Es lamentable observar que la búsqueda de protagonismo, en muchos casos, ha degenerado en una cultura de la improvisación, vulgaridad e irrespeto.

A esto se suma el uso indiscriminado de herramientas de inteligencia artificial, que ahora dotan de “pluma” a quienes nunca la tuvieron, generando textos que, aunque bien estructurados, carecen de profundidad y autenticidad. Quienes dominan la redacción reconocen fácilmente lo que ha sido escrito por un robot y lo que nace del intelecto humano. El peligro no es la herramienta, sino el vacío que pretende ocultar.

Como nación, estamos a tiempo de reflexionar. La comunicación no puede ser rehén de la mediocridad ni del sensacionalismo. El respeto a la profesión, a la verdad y al receptor debe primar por encima del espectáculo. Como bien ha advertido el dirigente Guido Gómez Mazara, no podemos permitir que los “sicarios virtuales” dominen el relato nacional.

La República Dominicana merece una comunicación que edifique, que oriente y que contribuya al desarrollo integral de su gente. No podemos seguir premiando lo que no aporta, ni callando ante quienes atentan contra la decencia y el honor de otros.

Estamos a tiempo. La calidad no puede seguir siendo desplazada por el ruido. La comunicación es demasiado valiosa para dejarla en manos de la improvisación.

Por Lincoln Minaya

SFMACORIS
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