La urgencia de volver a lo humano

En tiempos recientes, hemos sido testigos de una transformación social profunda, en la que la tecnología, en lugar de acercarnos, ha comenzado a alejarnos de lo esencialmente humano. Nos encontramos en una sociedad que ha ido desdibujando los gestos más sencillos, pero también los más significativos. Un ejemplo dolorosamente evidente es la manera en que hoy se expresa el pésame, un mensaje de WhatsApp, una publicación en redes sociales, un emoji como sustituto de un abrazo. Pero cuando una persona atraviesa el dolor de una pérdida, lo que más necesita no es una pantalla, sino una presencia, un abrazo cálido que amortigüe su dolor.

Este fenómeno no es casual ni aislado. Refleja una creciente deshumanización de nuestras relaciones cotidianas. Nos hemos acostumbrado a la inmediatez y a la comodidad de lo digital, al punto de perder la calidez de lo cercano. Y esta falta de empatía no solo se manifiesta en los momentos difíciles, sino también en la forma en que como sociedad rechazamos o ignoramos lo bien hecho. Apostar por el respeto, la solidaridad, la inclusión o el talento, parecería hoy un acto contracultural. Se critica con facilidad al que intenta hacer las cosas bien, al que defiende valores, al que cree en la dignidad del otro.

En medio de este panorama, se vuelve urgente recuperar el sentido de comunidad, de humanidad, de contacto real. Volver a mirar al otro a los ojos, a interesarnos de verdad, a ser solidarios no solo desde la palabra, sino desde la acción. El desafío que enfrentamos no es tecnológico, es profundamente humano.

Reencontremos el valor de lo sencillo y lo auténtico. Volvamos a ser humanos en el trato, generosos en la mirada y compasivos en el corazón. Porque en tiempos difíciles, ser reincidentes en la esperanza no es ingenuidad, es un acto de valentía.

Por Lincoln Minaya