Una amenaza que viene del otro lado del mundo

SANTO DOMINGO. – No soy alarmista por naturaleza, pero sería ingenuo mirar hacia otro lado mientras el mundo contiene el aliento ante la posibilidad de un cierre del estrecho de Ormuz. Lo que ocurre en Medio Oriente no es una película lejana; nos concierne a todos, y en especial a nosotros, los dominicanos, cuya economía pende en buena parte del precio del petróleo.
Cuando escuché la noticia de que Irán podría cerrar el paso por donde transita casi una quinta parte del suministro global de combustibles, me fui de inmediato a los números: ¿qué implicaría eso para nuestro país? Y la verdad es que el panorama es inquietante. Somos una economía dependiente de la importación de hidrocarburos, y cualquier alteración en los precios internacionales de estos productos tiene efectos casi inmediatos sobre nuestras finanzas, nuestras reservas y, por supuesto, nuestros bolsillos.
A veces se nos olvida que en la gasolinera no solo se compra combustible. Se compra estabilidad. Se compra la tranquilidad de que los productos no subirán de precio al ritmo del barril de crudo. Se compra un tipo de cambio relativamente estable. Y cuando ese equilibrio peligra, la economía familiar lo siente más rápido que cualquier índice macroeconómico.
Lo que está en juego no es solo una cifra en los mercados de futuros. Es la posibilidad real de que el déficit de nuestra balanza comercial se incremente aún más, que el dólar se dispare y que el peso vuelva a ser protagonista de una historia que ya conocemos, inflación, pérdida del poder adquisitivo y un golpe directo al corazón de la clase media y los más vulnerables.
Por eso hago un llamado urgente –y me atrevo a decir, patriótico al Gobierno y a sus instituciones económicas. Es momento de actuar antes de que la tormenta llegue. No podemos darnos el lujo de improvisar ni de reaccionar tarde. Se necesita, con urgencia, un equipo multidisciplinario que analice en tiempo real el desarrollo del conflicto y sus posibles impactos aquí. No es exagerado decir que estamos ante una situación que podría marcar el curso de nuestra estabilidad económica para el resto del año.
La historia nos ha enseñado que los eventos internacionales, por distantes que parezcan, encuentran la forma de afectarnos. Y el estrecho de Ormuz, ese angosto pasadizo a miles de kilómetros, puede convertirse en una grieta profunda para nuestra economía si no estamos preparados.
La vigilancia no basta. Necesitamos decisión, estrategia y previsión. Porque si algo debe quedarnos claro, es que no se trata de si el impacto llegará, sino de cuán preparados estaremos cuando lo haga.
El autor es economista y director del medio de comunicación Tenarenses.com
Por Lincoln Minaya