Una relación más que terminó en tragedia en municipio Bayaguana

La historia de Lidia Payano y Lisandro Soriano podría ser cualquiera de las que se contaron para explicar los 67 feminicidios que se dieron en el país de enero a noviembre del 2019, cifra que, por lo visto, no tendrá tendencia a la baja en este 2020, pues a solo dos días de haber iniciado el año, ya se habían contabilizado tres.

Cambian los nombres, cambia el lugar y las circunstancias, pero la historia es la misma: comienza la escalada de la violencia en la relación, primero es una ofensa, luego un empujón, después una bofetada, más tarde una paliza. Ella se querella, lo “mete preso”, pero a los pocos días o ella misma retira la querella o se llega a una “negociación” que resulta en la libertad del agresor.

Aunque ya resulta difícil salir de la espiral, ella resiste, logra llevar sus ajuares a casa de un familiar o mudarse sola, entonces él le realiza innumerables llamadas, la persigue, la hostiga. Hasta que, tal vez vencida por el hastío, ella accede a encontrarse con él. Entonces llega el día cero.

Al día siguiente el terror y el dolor de quien halla los cuerpos, la impotencia de quienes tanto lo advirtieron, dos familias destrozadas por el sufrimiento y un periodista que lamentará tener que volver a escribir el mismo titular: “Hombre mata a su pareja y luego se suicida”. Familiares de Lidia Payano, quien fue asesinada a puñaladas el pasado domingo a manos de su expareja, Lisandro Soriano, quien luego se suicidó, dijeron que la pareja mantenía una relación conflictiva y tóxica desde hace casi un año, por lo que el trágico desenlace de la relación “se veía venir”.

Testimonios vecinos y familiares coinciden en que la pareja discutía con frecuencia. Domingo Rivera, expareja de Lidia, y con quien procreó al más pequeño de sus cuatro hijos, narró que hace poco la joven había interpuesto varias querellas por violencia en contra de Soriano en Monte Plata, pero las autoridades “nunca resolvían nada”. “Él la hostigaba y le caía atrás, ella tenía un año en problemas con él”, contó Rivera.

Benito Montero, padre de Lidia, expresó que fueron muchas las veces que le aconsejó a su hija dejar la relación. Su voz se entrecorta, retrocede y aprieta los puños en señal de impotencia, al expresar que ni siquiera podría vengar la muerte de su hija, pues el homicida se quitó la vida tomando un veneno.

Rafael Antonio Soriano, padre de Lisandro Soriano, narró que, a pesar de estar separados, Lidia visitaba la casa que una vez compartió con su hijo con frecuencia, y que ayer, al percatarse de que eran las 10:00 de la noche y su hijo mantenía la puerta abierta, se acercó a decirle que la cerrara, y fue cuando encontró la tétrica escena.

La relación era “enfermiza”

Juan Carlos Moscoso, psicólogo allegado a la familia, describió la relación que mantenían Lidia y Lisandro como “enfermiza”, pues estaba basada en la violencia y falta de respeto de ambas partes. Como profesional de la conducta consideró que los feminicidios deben abordarse desde la perspectiva de que la pareja tienen un problema que resolver, pues para que exista un agresor, debe haber alguien que se deje agredir. Por tanto, sugiere que como parte del proceso en el tratamiento de las denuncias por violencia de género, se apliquen terapias conductuales a ambos miembros de la pareja.

 

FUENTE DIARIO LIBRE